En nuestra vida cotidiana realizamos numerosas actividades y reaccionamos ante diversas situaciones de forma automática, incluso sin ser conscientes de ello, lo cual es enormemente adaptativo para desenvolverse en contextos habituales. Para que esto ocurra, es decir, para que una respuesta sea automática, es necesario que la información se haya procesado de forma repetida.
Si lo aplicamos al terreno social, el procesamiento automático de la información que recibimos sobre distintas personas o grupos puede tener efectos tanto en las creencias como en el comportamiento. Por ejemplo, se ha encontrado que algunos rasgos físicos pueden activar el estereotipo negativo que se tiene sobre un grupo. Concretamente, estos autores mostraron que el color de la piel activaba el estereotipo negativo de los afroamericanos.
En un principio se consideró que los procesos automáticos y los controlados eran opuestos e incompatibles entre sí, y que se diferenciaban en cuatro aspectos fundamentales, que Bargh (1994) llama «los cuatro jinetes de la automaticidad:
- · La consciencia
- · La intencionalidad
- · El control
- · La eficacia.
En primer lugar, los procesos automáticos se producen sin que las personas sean conscientes de ello. En segundo lugar, y por la misma razón, no son intencionados. En tercer lugar, no están sujetos a un control deliberado, por lo que puede resultar difícil o imposible evitar o interrumpir ciertos procesos una vez activados. Finalmente, son muy eficaces en términos de coste-beneficio, en tanto que requieren pocos recursos cognitivos (los heurísticos son un ejemplo), no implican ningún esfuerzo, puesto que se basan en estructuras de conocimiento que ya están almacenadas en la memoria (como los esquemas), y pueden ocurrir simultáneamente con otros procesos. Frente a los procesos automáticos, los procesos controlados se producen con consciencia y requieren mayor esfuerzo cognitivo.
Sin embargo, con el avance de la investigación, se puso de manifiesto que la distinción entre ambos tipos de procesos no se puede establecer de una manera tajante, y que es más adecuado hablar de distintos grados de automaticidad a lo largo de un continuo.
En el polo más extremo de la automaticidad se situarían los procesos preconscientes, que tienen lugar totalmente fuera de la conciencia, pero afectan no obstante a la elaboración de los juicios y a la conducta.
La influencia de la percepción subliminal de información en nuestros juicios y en nuestra conducta ocurre en la vida real y en nuestra interacción con los demás. Las personas pensamos y nos comportamos de forma preconsciente hacia otros continuamente, juzgándolos en términos de rasgos, o de estereotipos o simplemente reaccionando de forma instintiva nada mas de verlos.
El siguiente grado de automaticidad lo proporcionan los pensamientos postconscientes. En este caso, a tiene conciencia de que se ha percibido y procesado la información, pero no se es consciente de su influencia en juicios y respuestas posteriores. La vida diaria nos proporciona multitud de ejemplos del funcionamiento de procesos postconscientes. Uno de ellos es la influencia que tiene el estado de ánimo en nuestros juicios y nuestra conducta hacia los demás. Para analizar e influencia, Forgas 0 998) llevó a cabo un estudio en el que se inducía a los participantes un estado de ánimo positivo o negativo a través de fotografías (tiras de cómics o accidentes de coches, respectivamente) que encontraban en un sobre. Cuando, momentos después, alguien les pedía un favor deforma poco amable, se producía una mayor resistencia a ayudar por parte de aquellos a los que se les había inducido el estado de ánimo negativo. En esta situación, las personas eran perfectamente conscientes de haber visto las fotografías, pero no de que eso les hubiera provocado un determinado estado de ánimo que había repercutido en su conducta hacia el otro. Algo semejante ocurre cuando vemos la vida de «color rosa o lo vemos «todo negro» según cómo nos sintamos.
Si nos seguimos moviendo a lo largo del continuo en dirección a los procesos más controlados, nos encontramos a continuación con el procesamiento dependiente de metas. Este tipo de automaticidad no es plenamente automático en la medida en que requiere un control intencionado inicial en función 'de las metas y motivaciones. Una vez iniciado, las personas pierden el control sobre el proceso. Hay muchas formas en las que la existencia de este automatismo hace evidente en el pensamiento humano: a través de la dificultad que se tiene para suprimir los pensamientos no deseados, en las rumiaciones, y en las inferencias que hacemos espontáneamente sobre los rasgos de los demás.
La supresión de pensamientos se refiere a los esfuerzos por mantener ciertos pensamientos lejos de nuestra conciencia. ¿Por ejemplo, cuántas veces pensamos en comida cuando estamos a dieta? Cuando personas tratamos de no pensar en algo, curiosamente se produce el efecto contrario: pensamos mucho más (Wegner, 1994). Esto se explica por un proceso automático de vigilancia, que busca muestras los pensamientos no deseados (imágenes mentales relacionadas con la comida). Cuando se están buscando esas muestras de pensamientos no deseados, éstas se activan y se hacen más accesibles en el sistema cognitivo, de forma que aparecen con más fuerza. Aparte de la búsqueda automática, también esta en funcionamiento un proceso operativo más consciente y controlado, que trata de suprimir esos pensamientos no deseados, a veces sustituyéndolos por imágenes mentales alternativas (en lugar de pensar en comida imaginar un paisaje, por ejemplo). Si el sistema cognitivo no está sobrecargado de inacción, el esfuerzo de sustitución puede culminar con éxito. En cambio, cuando nos relajamos, mientras el proceso automático de vigilancia continua activo identificando los pensamientos no deseados, el sistema operativo carece de los recursos necesarios (o deja de Izar los que tiene) para alejar esos pensamientos de la conciencia por medio de la distracción. De esta forma se produce un efecto rebote, en el que los pensamientos que pretendemos evitar aparecen causo con más fuerza que cuando comenzaron los intentos por suprimirlos.
En el extremo opuesto a los procesos puramente automáticos se encuentran los procesos controlados caracterizados por ser plenamente conscientes e intencionados, por ser susceptibles de control de principio a fin por parte de la persona y por requerir más tiempo y más esfuerzo cognitivo. Son los procesos que ponemos en marcha cuando tenemos que tomar alguna decisión importante o hacer una elección difícil entre dos o más opciones, pero también cuando estudiamos (para aprender, no para aprobar) y cuando buscamos la solución a algún problema complejo.
Comentarios
Publicar un comentario